Por lo menos así lo vi yo. En esta edición: 4 temporadas de Javier Swedzky


La pregunta que flota durante toda la obra es: ¿Cómo nos enfrentamos con la realidad que va cambiando a cada momento? ¿Cómo asir esa realidad que se nos escurre como arena entre los dedos? ¿Cómo lidiamos con las transformaciones, con las metamorfosis?

La forma en que 4 temporadas aborda la respuesta a estas preguntas es para nada solemne. Más bien se aborda de forma lúdica y fantástica. Así vamos viendo como los hermanos Katel, interpretados por Flor Sartelli, Julián Rodríguez Rona y Leonardo Volpedo, luchan por salvar el negocio de tela familiar, temporada tras temporada y sin saber bien cómo, mientras José, el padre, sufre una extraña mutación que terminará por convertirlo en una iracunda ave.

Como compañeros de fantasías, testigos y confidentes de los hermanos en este proceso encontramos a los maniquíes. Estos monigotes no son, de ninguna manera, una parte del decorado sino que se desenvuelven como tres personajes más, tan importantes en la obra como los tres actores. Mientras la obra avanza, uno termina sintiendo que los maniquíes tienen una personalidad propia y viva. Esta sensación se produce por el fantástico manejo que hacen los actores de los mismos, que al prestar sus voces y sus cuerpos a los muñecos terminan imprimiéndoles una sensación de que están vivos.

Lo mismo se puede decir del padre-títere que vocifera órdenes a los tres hermanos- los cuales no saben qué hacer con él- reclama que traigan tal o cual tela, que canta tangos y da discursos. El títere termina convirtiéndose en el titiritero que guía las acciones de sus hijos.

Es de destacar el trabajo de Nicolás Botte y todo el equipo en la construcción tanto del títere que hace del padre como de los maniquíes. Porque la apuesta por el trabajo con muñecos es alta y aquí salen todos airosos.

La constante mezcla entre la realidad que avasalla a los hermanos Katel- el pasado de esplendor comercial que se aleja como un bote a la deriva- y la irrealidad en la que viven produce un contraste que mantiene el interés en la obra durante los 60 minutos que dura la obra.

Bruno Schultz, cuya poética inspira la obra, no es muy conocido en Argentina por lo que quizás la referencia no sea apreciada por el público. Pero si se puede decir que cualquiera que haya leído a Franz Kafka podrá encontrar similitudes entre su obra y ciertos elementos fantásticos de 4 temporadas.

La sala de El Camarín de las Musas, donde se presenta la obra, es perfecta para que haya un contacto entre el público y los actores. Sin ser directamente interpelados, quienes presenciamos la obra podemos sentir el contacto con los cuerpos, las telas y la intensidad que hay en el escenario. Y por momentos, uno se siente un Voyeur, pispeando en la intimidad de la familia, de cada uno de los hermanos en particular, en sus locuras, sus absurdos y sus extrañezas.

4 temporadas, dirigida por Javier Swedzky y con dramaturgia de Pedro Sedlinsky, se presenta en el Camarín de las Musas (Mario Bravo 960) todos los jueves a las 21:30 horas.
Reina Rosko.

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